O renuncias a todo, pufos incluidos o te quedas con todo, pufos incluidos.... como me suena esto, coño!
Parece que el castigo al que estaba sometido el público español se está levantando, puesto que ya podemos disfrutar de peliculones españoles en nuestras salas, y buena muestra de ello es “Siete mesas (de billar francés)”
Una historia común es la que nos brinda esta vez Gracia Querejeta, hija del productor Elías Querejeta, pero con un común denominador, una historia cercana. Nos encontramos ante la que considero que es su mejor cinta, gracias a un magistral trabajo interpretativo de todo su elenco y a un guión casi perfecto.Verdú y Portillo están espléndidas, más que sublimes, en esta cinta que narra una historia con un trasfondo dramático en la que muchos de nosotros podemos sentirnos identificados.
Ángela (Verdú) regresa a Madrid para despedirse de su padre que está a punto de morir, pero lo hace tarde. Cuneado llega su padre, Leo, ya está muerto y Charo (Portillo), recibe a Ángela y a su hijo, con la mala nueva. El drama no es ese exactamente, pese a que para Ángela es un duro mazazo, la historia encierra mucha más carga dramática.
Leo, un hombre muy querido “a la fuerza”, acabó con todo lo que había ganado gracias a un local de billares y se endeudó hasta decir basta, algo muy común cuando no se tiene la suficiente cabeza. Ángela se encuentra con que hay dinero ni para pagar un entierro en condiciones, cosa que la hace preguntarse por qué ella tiene que pagar siempre las consecuencias de los errores de los demás. Ahora deberá decidir si renuncia a todo, o no.
Tras enterrar a su padre, regresa a Vigo, la ciudad a la que había huido de joven, y a su regreso descubre que su marido no es trigo limpio, ¿cuantas mujeres se han visto en una situación parecida?. Para variar, su entorno la juzga y la mira por encima del hombro, llegando incluso a incriminarla en los sucios asuntos de este, ella decide marcharse ya que se encuentra con la horrible sensación de que nada la retiene más en esa ciudad y decide volver a Madrid con su hijo para reabrir el negocio junto a Charo. Lo ve como una posibilidad de comenzar de nuevo y así lo hace… otra vez.
El ruinoso salón de billares se convierte entonces en el eje de una historia muy cercana y en la que muchos nos podemos ver identificados. Gracia Querejeta nos cuenta una historia de dos mujeres que tienen que recomenzar su vida a edades avanzadas y a las que los acontecimientos les obligarán a sacar a flote, por fin, los sentimientos que llevan escondiendo durante demasiados años. Ambas comparten lo que parece un amor imposible por el mismo hombre, pese a que una es su hija y otra su pareja.
Querejeta sabe que es una historia común, y como buena directora que es, es consciente de que para convencer con un guión así, la carga interpretativa tiene que recaer sobre actrices que sepan dar la talla y así lo hacen, dos de nuestras mejores actrices y con más talento del panorama cinematográfico español Blanca Portillo y Maribel Verdú (mucho me ha costado llegar a esta conclusión, mucho...) toman las riendas interpretativas de la cinta y lo bordan.
Ambas están tan sublimes en sus papeles y es una tarea difícil poner a una por delante de la otra.
Alrededor de ellas hay muchos otros actores y actrices que no desmerecen en absoluto a la cinta. Ellos son Jesús Castejón, Víctor Valdivia, Enrique Villén,Raúl Arévalo, Ramón Varea, Lorena Vindel, Jose Luis García Pérez ,Amparo Baró, que como siempre está brillante.
La labor de dirección artística, perfecta, por parte de Querejeta, ayuda a que se llegue a unas interpretaciones tan creíbles y emotivas, pero es el guión el que sin lugar a dudas es el mayor protagonista de la cinta. Los personajes que han creado la directora y David Planell son complejos y ricos por todas sus vivencias, llenos de matices y aristas, como sólo son los buenos tipos cinematográficos y las personas reales. Gracias a todo esto, sentimos una enorme empatía con su historia y con las situaciones en las que se ven envueltas a pesar de que a priori, podría ser algo que nos resultase muy ajeno, por las circunstancias en las que se desarrolla la historia.
Y ahí está el mérito de un buen guión: el que incluso un mundo en el que nunca pensásemos que nos podríamos ver envueltos, nos haga erizar el vello. Poco mérito tiene hacernos soltar una lagrimita recordándonos aquello que nos afecta habitualmente. Lo que se cuenta es sólo una excusa y poca importancia tiene. Cómo se cuenta confiere el verdadero valor a este libreto.
Otro de los logros del guión es la manera paulatina en la que nos va descubriendo los secretos. El film empieza con una tremenda intensidad dramática, momento en el que las actrices lo dan todo y que, a pesar de ser un planteamiento, se disfruta enormemente, debido a la fuerza que tiene lo narrado. Y, cuando las cosas comienzan a ir hacia delante para los personajes, podría parecer que la película se estanca, ya que hacia la mitad sentimos que no hay nada más que contar y llegamos incluso a sospechar que se iba a tratar de uno de esos guiones que comienzan bien, pero se van desinflando. Sin embargo, esto es sólo una sensación pasajera y, según se acerca el final, esa fuerza dramática remonta y comienzan a salir a la luz una serie de historias que afectan a todos los personajes y que obsequian a los espectadores con un nuevo despliegue de momentos magistrales interpretativamente hablando. La cena en el chino me parece magistral.
Me he centrado en la interpretación y en el guión, ya que me han parecido los aspectos del film que merecían el calificativo del titular, magistrales. Pero también sería necesario hablar del resto de los departamentos. En todos los campos, el trabajo es impecable y, si bien ese bajón de ritmo que mencioné que se da a mitad de película, se podría achacar a un montaje no todo lo ajustado que se podría esperar, hay que admitir que estamos ante una película realmente bien conducida.
Por lo tanto, esta vez me posiciono con total convicción para decir que es la mejor película española que he visto este año. Lo siento por “EL Orfanato”. Y al contrario que Ann opino que esta peli sí es para ir a verla al cine y no esperar a que salga en DVD para hacerlo en el sofá con una mantita, es cine español y del bueno, o sea, que si es necesario nos llevamos la mantita al cine.
Parece que el castigo al que estaba sometido el público español se está levantando, puesto que ya podemos disfrutar de peliculones españoles en nuestras salas, y buena muestra de ello es “Siete mesas (de billar francés)”
Una historia común es la que nos brinda esta vez Gracia Querejeta, hija del productor Elías Querejeta, pero con un común denominador, una historia cercana. Nos encontramos ante la que considero que es su mejor cinta, gracias a un magistral trabajo interpretativo de todo su elenco y a un guión casi perfecto.Verdú y Portillo están espléndidas, más que sublimes, en esta cinta que narra una historia con un trasfondo dramático en la que muchos de nosotros podemos sentirnos identificados.
Ángela (Verdú) regresa a Madrid para despedirse de su padre que está a punto de morir, pero lo hace tarde. Cuneado llega su padre, Leo, ya está muerto y Charo (Portillo), recibe a Ángela y a su hijo, con la mala nueva. El drama no es ese exactamente, pese a que para Ángela es un duro mazazo, la historia encierra mucha más carga dramática.
Leo, un hombre muy querido “a la fuerza”, acabó con todo lo que había ganado gracias a un local de billares y se endeudó hasta decir basta, algo muy común cuando no se tiene la suficiente cabeza. Ángela se encuentra con que hay dinero ni para pagar un entierro en condiciones, cosa que la hace preguntarse por qué ella tiene que pagar siempre las consecuencias de los errores de los demás. Ahora deberá decidir si renuncia a todo, o no.
Tras enterrar a su padre, regresa a Vigo, la ciudad a la que había huido de joven, y a su regreso descubre que su marido no es trigo limpio, ¿cuantas mujeres se han visto en una situación parecida?. Para variar, su entorno la juzga y la mira por encima del hombro, llegando incluso a incriminarla en los sucios asuntos de este, ella decide marcharse ya que se encuentra con la horrible sensación de que nada la retiene más en esa ciudad y decide volver a Madrid con su hijo para reabrir el negocio junto a Charo. Lo ve como una posibilidad de comenzar de nuevo y así lo hace… otra vez.
El ruinoso salón de billares se convierte entonces en el eje de una historia muy cercana y en la que muchos nos podemos ver identificados. Gracia Querejeta nos cuenta una historia de dos mujeres que tienen que recomenzar su vida a edades avanzadas y a las que los acontecimientos les obligarán a sacar a flote, por fin, los sentimientos que llevan escondiendo durante demasiados años. Ambas comparten lo que parece un amor imposible por el mismo hombre, pese a que una es su hija y otra su pareja.
Querejeta sabe que es una historia común, y como buena directora que es, es consciente de que para convencer con un guión así, la carga interpretativa tiene que recaer sobre actrices que sepan dar la talla y así lo hacen, dos de nuestras mejores actrices y con más talento del panorama cinematográfico español Blanca Portillo y Maribel Verdú (mucho me ha costado llegar a esta conclusión, mucho...) toman las riendas interpretativas de la cinta y lo bordan.
Ambas están tan sublimes en sus papeles y es una tarea difícil poner a una por delante de la otra.
Alrededor de ellas hay muchos otros actores y actrices que no desmerecen en absoluto a la cinta. Ellos son Jesús Castejón, Víctor Valdivia, Enrique Villén,Raúl Arévalo, Ramón Varea, Lorena Vindel, Jose Luis García Pérez ,Amparo Baró, que como siempre está brillante.
La labor de dirección artística, perfecta, por parte de Querejeta, ayuda a que se llegue a unas interpretaciones tan creíbles y emotivas, pero es el guión el que sin lugar a dudas es el mayor protagonista de la cinta. Los personajes que han creado la directora y David Planell son complejos y ricos por todas sus vivencias, llenos de matices y aristas, como sólo son los buenos tipos cinematográficos y las personas reales. Gracias a todo esto, sentimos una enorme empatía con su historia y con las situaciones en las que se ven envueltas a pesar de que a priori, podría ser algo que nos resultase muy ajeno, por las circunstancias en las que se desarrolla la historia.
Y ahí está el mérito de un buen guión: el que incluso un mundo en el que nunca pensásemos que nos podríamos ver envueltos, nos haga erizar el vello. Poco mérito tiene hacernos soltar una lagrimita recordándonos aquello que nos afecta habitualmente. Lo que se cuenta es sólo una excusa y poca importancia tiene. Cómo se cuenta confiere el verdadero valor a este libreto.
Otro de los logros del guión es la manera paulatina en la que nos va descubriendo los secretos. El film empieza con una tremenda intensidad dramática, momento en el que las actrices lo dan todo y que, a pesar de ser un planteamiento, se disfruta enormemente, debido a la fuerza que tiene lo narrado. Y, cuando las cosas comienzan a ir hacia delante para los personajes, podría parecer que la película se estanca, ya que hacia la mitad sentimos que no hay nada más que contar y llegamos incluso a sospechar que se iba a tratar de uno de esos guiones que comienzan bien, pero se van desinflando. Sin embargo, esto es sólo una sensación pasajera y, según se acerca el final, esa fuerza dramática remonta y comienzan a salir a la luz una serie de historias que afectan a todos los personajes y que obsequian a los espectadores con un nuevo despliegue de momentos magistrales interpretativamente hablando. La cena en el chino me parece magistral.
Me he centrado en la interpretación y en el guión, ya que me han parecido los aspectos del film que merecían el calificativo del titular, magistrales. Pero también sería necesario hablar del resto de los departamentos. En todos los campos, el trabajo es impecable y, si bien ese bajón de ritmo que mencioné que se da a mitad de película, se podría achacar a un montaje no todo lo ajustado que se podría esperar, hay que admitir que estamos ante una película realmente bien conducida.
Por lo tanto, esta vez me posiciono con total convicción para decir que es la mejor película española que he visto este año. Lo siento por “EL Orfanato”. Y al contrario que Ann opino que esta peli sí es para ir a verla al cine y no esperar a que salga en DVD para hacerlo en el sofá con una mantita, es cine español y del bueno, o sea, que si es necesario nos llevamos la mantita al cine.
GUIÓN: 7
INTEPRETACIÓN: 9
DIRECCIÓN: 8
NOTA FINAL:8
PD: Los títulos de crédito, sobresalientes.
A más ver.
Joserra
1 comentario:
te mandé un sms el sábado que decía literalmente ... "qué coño haces en INDENTITY?" .... ya lo he descubierto. Por cierto, creo que ninguno de los dos números que tengo tuyos lo ha recibido, así q te consideraré un ser incomunicable desde este momento :P
A todo esto, tenemos pendiente una visita a la muñecona .... cuando mi vida se vuelva a encaminar, que ahora está patas arriba y jodida de ánimos.
Un besazo (no se cómo acabó el programa, porque no está el patio para teles, así q esperaré al relato de ann para enterarme).
PD: enhorabuena por lo del curro ... a ver si cae un café y nos contamos la vida
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